lunes, 16 de enero de 2012

¿ Para cuándo un cambio de mentalidad?

Se comenzó a acoger enfermos en Europa en espacios especializados en hospitales y hospicios a partir del siglo XIII en Bedlam (Inglaterra), puede que por la influencia del Derecho Romano y del problema que planteaba la tutela jurídica de estos enfermos. Pero quien consigue cambiar la actitud de la sociedad hacia los enfermos mentales fue el considerado por algunos como el primer gran psiquiatra, el médico francés Pinel, nombrado en plena Revolución francesa director de La Salpêtrière en París. Durante su cargo liberó a los enfermos mentales de las cadenas con las que se les reducía y confinaba. Posteriormente su discípulo Esquirol hizo de la «terapia moral» de su bandera y consiguió promulgar una ley que obligaba a la Administración fracesa a disponer de un asilo para enfermos mentales en cada departamento del país.
Y así vamos pasando siglos hasta que van surgiendo psiquiatras muy influyentes y avanzando en un campo tan duro y difícil, a nivel de enfermos, de profesionales de la salud mental (desde aquí vaya mi admiración a todos ellos) y de las familias.
Y es ahora en pleno siglo XXI y cuando la OMS está alertando de que entre un 35 por ciento y un 50 por ciento de personas que padecen enfermedades mentales en los países desarrollados no reciben tratamiento, cuado parece que con vecinos como los de Hevia volvemos a la Edad Media. La representante vecinal y alcaldesa de Hevia dice que «todos los vecinos están en contra del centro», «que no es cuestión de oponerse a los enfermos sino a la ubicación de la residencia», «que debe hacerse en zonas apartadas, lejos de los pueblos porque nunca se sabe lo que pueda pasar ni el peligro que pueden representar esas personas». Igual no pensó que posiblemente es más peligroso un enfermo no tratado (que puede residir a su lado) que un enfermo debidamente atendido.
Otro de los argumentos que esgrime es «que el pueblo quede marginado, que nadie quiera vivir allí», también puede pensar que el pueblo puede mejorar las infraestructuras precisamente por tener allí un centro médico, además de repercutir en el sector servicios incluso generando puestos de trabajo. En muchos centros de salud en Asturias están funcionando centros de día sin que eso ocasione ningún tipo de problemas a los vecinos.
Por intereses particulares mezclados con ignorancia e intolerancia de unos cuantos vecinos (me niego a creer que sean todos), se quiere limitar un centro que albergaría unas 50 personas con enfermedades psíquicas, me parece que atenta hasta con el derecho constitucional a la salud. Ya está bien de estigmatizar a quienes precisan ayuda psicológica, de que tengamos incluso muchos de ellos en la cárcel porque no hay otro sitio donde ayudarles.
Se podría hablar de muchos trastornos que se pueden tratar en un centro de este tipo: ansiedad, hipocondría, estrés postraumático, neurosis, pánico, obsesiones, psicosis, trastornos bipolares, Alzheimer, trastornos de la alimentación, etcétera. Pero parece que lo que despierta recelos es la esquizofrenia, pues bien, las personas con esquizofrenia son gente normal a las que por desgracia les tocó esa enfermedad, y eso les genera un gran sufrimiento al igual que a sus familias. Y hay muchos grados de esta enfermedad, desde el que está incapacitado hasta el que lleva una vida normal. Hay que dejarse de prejuicios y sucesos aislados, no sobregeneralizar un suceso protagonizado por uno de estos afectados.
No quiero ni pensar cómo se pondrían los vecinos de Hevia si lo que se quisiera construir fuese un centro de dispensación de metadona. Supongo que habría que tratarles de un trastorno de ansiedad generalizada.
Concluyo pidiéndoles que reflexionen sobre el significado de la palabra «psiquiatría» (del griego, psyche: alma, iatéia: curación).
Carmen García Regueiro, Mieres

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